LA IMPLICACION SOCIAL DE LA EVALUACION

POR JULIÁN MARTÍNEZ CRUZ *

Los programas educativos que se utilizan actualmente en el sistema educativo basados en el desarrollo de competencias, habilidades, destrezas y actitudes, han dado una concepción diferente de la educación.
Así mismo la concepción de la evaluación de los aprendizajes ha sido modificada, ahora los docentes y el propio sistema educativo conceptualizan a la evaluación como un proceso subjetivo y formativo que mide entre otras cosas el grado de competencias que han desarrollado los alumnos.
A la luz de la verdad esto es irrefutable pues existen diversos teóricos que así lo afirman. A continuación se mencionan algunas concepciones interesantes de lo que es evaluación para diferenciar lo que dicen los teóricos y lo que dicen los docentes.
La evaluación es el proceso mediante el cual se emite un juicio de valor y nos permite tomar decisiones con base en un diagnostico. (Garrido, ITESM-CEA, 1994)
La evaluación es el Proceso mediante el cual el profesor y los alumnos juzgan si han logrado los objetivos de enseñanza (Cronbach, 1984)
La evaluación es el proceso completo consistente en señalar los objetivos de un aspecto de la educación y estimar el grado en que tales objetivos se han alcanzado (Rodríguez y García, 1992)
La evaluación es el Proceso científico que utiliza instrumentos cuantitativos y cualitativos, toma en cuenta registros, observaciones de conducta y trabajo del alumno (López, 1992)
Estas concepciones que se hacen sobre evaluación ayudan a tener un panorama más amplio y sustentado que nos ayuda sin duda a los docentes a entender de otra forma a la evaluación.
Existen otras definiciones no menos importantes sobre la concepción de evaluación y creo son necesarias tomarlas en cuenta para redefinir la conceptualización de la evaluación.
(Quesada 1991, p. 33) dice que la evaluación “es el proceso que permite observar una muestra de la cantidad y calidad de las pautas de conducta internalizadas y tomar una decisión al respecto”.
Morán Oviedo (Pansza, Pérez y Morán, 19879) considera a la evaluación como “el estudio del proceso de aprendizaje en un curso, un taller, un seminario etc., con el fin de caracterizar los aspectos más sobresalientes del mismo y, a la vez, los obstáculos que hay que enfrentar”. Dice también que la evaluación “se refiere básicamente al estudio de las condiciones a afectaron el proceso de aprendizaje” y por último agrega que la evaluación del proceso de aprendizaje “consiste en una serie de apreciaciones o juicios sobre el acontecer humano en una experiencia grupal”.
Morán va todavía más allá al considerara la evaluación “como un medio para que los maestros y los alumnos cobren conciencia de la forma en que se aprendió (metacognición), lo cual nos llevaría ahora al cuestionamiento de la herramienta para evaluar dicho proceso”.
Por otro lado es importante considerar las aportaciones que hace Joint Committee en relación al hecho de que una verdadera evaluación debe considerar cuatro condiciones principales que son: utilidad, factibilidad, debe ser ética y exacta.
La primera tiene que ver con examinar lo bueno y lo malo del objeto evaluado, la segunda debe utilizar procedimientos evaluativos que no causen demasiados problemas, la tercera tiene que estar basada en compromisos explícitos de cooperación y honradez y la cuarta y última debe describir con claridad el objeto en su evolución y en su contexto.
Con lo mencionado anteriormente el problema no es de la evaluación en sí, el problema es la implicación social que se hace de ella, pues una cosa es el discurso y otra muy distante es el uso que se hace de ella.
Pero el problema que vislumbro no es la concepción teórica metodológica de la evaluación.
A continuación se enuncian los elementos que han hecho de la evaluación un medio de control entre quien enseña (maestro) y quien aprende (alumnos).
Durante mucho tiempo la evaluación ha sido dominio de evaluador evaluado pues es el maestro quien ha convertido a la evaluación en un medio de control hacia el alumno y en ciertos casos hacia el padre de familia. Era y es muy común ver como el maestro asigna arbitrariamente un número aprobatorio o reprobatorio en relación al comportamiento de tal alumno.
Ante este tipo de situaciones el alumno se siente desprotegido ante el poder que le confiere al maestro poner una calificación aprobatoria o reprobatoria.
He de decir que los padres de familia se han y se siguen prestando al juego perverso que se ha hecho de la evaluación, ya que a ellos sólo les interesa ver en la boleta final de calificaciones si su hijo a aprobado el curso o no, convirtiendo al proceso educativo de sus hijos en un condicionamiento barato de si aprueban merecen un premio o son acreedores de un castigo en caso contrario.
Que desagradable es escuchar a compañeros docentes decir tal o cual alumno no acredito el curso porque no es del agrado del mismo.
Tomando en cuenta lo anterior la evaluación se convierte entonces en el determinante del éxito o fracaso que ha de acompañar al estudiante durante el resto de su vida. Si el alumno concluye una preparación profesional automáticamente la sociedad lo determina como un triunfador. Sin importar si el proceso educativo de la persona fue el adecuado, si se desenvolvió y se desenvuelve con actitudes éticas y morales correctas.
Sabemos de casos donde el profesional lo único que posee es un grado académico, pero que es carente de ética y moral y que aprovechando el conocimiento adquirido hace mal uso del mismo para beneficiarse individualmente.
En cambio si un alumno por circunstancias muchas veces ajenas a su capacidad de aprendizaje, se ve obligado a abandonar sus estudios, en ese momento se le coloca una etiqueta de fracasado y la misma sociedad le niega oportunidades de desarrollo, sin importarle que este pueda ser un sujeto que actúa con ética y responsabilidad social.
Así pues se ve en la necesidad de hacer labores que no son de su agrado y que terminan por convertirlo en sujeto poco productivo.
La evaluación sólo asigna calificaciones numerales que poco dicen del proceso de aprendizaje del evaluado, los docentes poco nos hemos detenido a aplicar una evaluación formativa que proporcione información de cómo el aprendizaje se va desarrollando en los alumnos.
Al docente y al sistema educativo sólo le interesa saber si el alumno aprendió o no aprendió lo que se trabajo en el curso sin detenerse a analizar las causas de porque el alumno no adquirió los conocimientos establecido en el currículo, el cual en ciertos casos resulta ser inadecuado para ciertos tipos de alumnos. Por lo tanto le es más cómodo asignar un numeral que resulta poco confiable en el proceso de la evaluación.
La evaluación que realiza el maestro y el sistema educativo no permite o no tiene contemplado la recuperación de los fracasos que se van presentando.
Cuando un alumno no ha logrado hacer propio el conocimiento expuesto en clase, el docente no logra tender el puente que ha de proporcionarle la ayuda pedagógica necesaria al alumno para que este no se atrase, al contrario el docente comienza a marginarlo y a poner obstáculos y es que inconscientemente en la mayoría de los casos evidencia al alumno con sus compañeros o peor aun con sus padres sin reconocer el daño que causa en el alumno este tipo de situaciones tan aberrantes.
El propio currículo educativo no tiene contemplado la recuperación del alumno, no existe en él un apartado que diga qué hacer con aquellos alumnos que están presentando dificultades en su aprendizaje. Se maneja bajo una concepción estandarizada en donde los todos los alumnos han de aprender de la misma forma y bajo el mismo ritmo de aprendizaje. Por eso cuando se nos presentan casos específicos de alumnos diferentes no sabemos qué hacer y lo más probable es asignar una calificación arbitraria.
Retomando lo anterior como el sustento de la siguiente afirmación, la evaluación sólo es técnica ya que hace un uso de instrumentos que solo miden lo enseñado y no lo aprendido.
Y es que cuantas veces no hemos utilizado, cuestionarios entrevistas, baterías, fichas biográficas, esquemas glosarios etc. Sin siquiera saber qué tipo de aprendizaje se evalúa con ese instrumento.
Por todo esto se tiene la urgencia de redefinir la implicación social que hemos hecho de la evaluación. Habrá que redefinir tal implicación como el elemento que ha de apoyar los proceso de aprendizaje de los alumnos para que estos tengan un desarrollo armónico que les permita desenvolverse naturalmente en el área o contexto que ellos mismos decidan. Y así acabar con las categorías de sujetos triunfadores o fracasados.
Por lo tanto es urgente dejar el discurso en el que autoridades y docentes hemos convertido a la evaluación y trabajarla en la total dimensión que tiene. Pero para lograrlo es necesario que tengamos una disposición por conocer las teorías de la evaluación porque uno de los principales problemas a los que nos enfrentamos los docentes es al desconocimiento de lo que se propone en la educación actual y en la forma de cómo utilizar la evaluación.

* Estudiante de la Maestría en Educación Primaria en la ENSEM.

BIBLIOGRAFÍA
LEE J. Cronbach. Elementos esenciales de las pruebas psichological.
CASTILLO Arredondo, Santiago y Jesús Cabrerizo Diego. Evaluación de programas de intervención socioeducativa, en: Evaluación de programas de intervención socioeducativa: agentes y ámbitos. Madrid, España, Pearson Prentice Hall, 2003.

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