LA EVALUACION EDUCATIVA: ¿Valoración o Medición?

Por Sara Gallegos Cano*
e-mail: saragac2000@yahoo.com.mx
RESUMEN

Hoy día, La evaluación es uno de los términos más generalizados en nuestro accionar docente, constituye el criterio de referencia para definir el nivel de aprendizaje de los alumnos, determinando su éxito o fracaso. De acuerdo con el diseño de la misma, hacemos de ella un simple proceso de medición más que de valoración.
PALABRAS CLAVE: Evaluación, valoración, medición

La enseñanza y aprendizaje como proceso subjetivo conlleva a dimensionar a la evaluación objetivamente, puede ser percibida como un juicio de valor para la toma de decisiones; como un proceso de gestión escolar para la rendición de cuentas o bien se concibe como un accidente educativo que genera medición, hacer de lo latente evidente no es tarea fácil, más cuando el proceso de evaluación es formativo[1]

De hecho, “algunos autores señalan que la evaluación se ha convertido en un problema puramente técnico, en una tarea que se resuelve con la mera selección y aplicación de los instrumentos apropiados,”(DIAZ BARRIGA,2006:350). Instrumentos que sólo miden conocimientos declarativos, sin considerar lo procedimental y actitudinal.

Las diferentes concepciones de la evaluación y las categorías asociadas como calificación, acreditación y medición nos acercan a una seudovaloración del proceso de enseñanza más que a la valoración del proceso de aprendizaje como una aproximación al conocimiento. Limitarse a esta operación implica una perspectiva tradicional porque sólo se consideran los resultados medibles como un proceso de rendición de cuentas para los padres de familia y para una sociedad que se conforma con resultados cuantificables, dejando el verdadero sentido de la evaluación como una actividad natural del aprendizaje, olvidando que una auténtica evaluación es la acción humana que se realiza entre sujetos.

Cierto es, que la evaluación carece de significado cuando el sujeto se torna objeto, cuando la evaluación pierde su sentido ético, cuando conserva sólo el carácter procesual y deja el carácter formativo de acuerdo con el propósito (para qué se evalúa), el tipo de conocimiento que se pretende evaluar (qué se evalúa), quién es evaluado y quién evalúa, cuándo se realiza la evaluación y, particularmente, desde qué perspectiva se evalúa (el referente de evaluación).
El referente de evaluación al que se hace alusión está determinado por implicaciones psicopedagógicas que sustentan la propuesta de aprendizaje y en consecuencia la de enseñanza, a su vez definen a la evaluación como un proceso reflexivo y justo, no como una mera recolección de información que se refleja en la resolución de una prueba objetiva que centra su atención en contenidos declarativos que no permiten establecer relaciones cognitivas y por si fuera poco solo sirve para examinar y excluir a los alumnos.

La tarea de evaluar lleva consigo una gran labor y es un gran desafío porque se debe planificar lo que se desea obtener, de acuerdo a Santos Guerra la evaluación no puede ser vacía, si en el proceso educativo es importante y necesario que exista el qué, el para qué, el cómo, el cuándo y a quién, sin duda alguna también es necesario en el proceso evaluativo para la toma de decisiones sobre los aprendizajes de los alumnos y sobre los procesos de enseñanza del docente.

Si evaluar es un proceso epistemológico y formativo ¿por qué seguimos participando y diseñando una evaluación sumativa cuantificable? en donde uno de los instrumentos confiables, a parte del examen escrito, es la escala estimativa que nos ayuda a determina un valor numérico a corto o largo plazo y sobre todo nos permite –como docentes- tener el control de los estudiantes y peor aún usarla como un arma amenazante que sólo apunta hacia lo negativo que realiza el alumno, para evidenciar lo que consideramos que “no sabe” más que hacer evidente su aprendizaje.

La evaluación como proceso de estimación cualitativa incluye estimaciones cuantitativas porque la medición del aprendizaje “opera con base a un esquema estadístico descriptivo que asigna ciertos valores numéricos tanto al instrumento seleccionado para medir el aprendizaje como a los propios resultados de los estudiantes” (LOPEZ FRÍAS,2003:17), para ello se expresan en una escala bien definida a través de un instrumento adecuado, instrumento cuya función está determinada por el tipo de evidencia, conocimiento y aprendizaje a evaluar.

La medición conforma una etapa de la evaluación pero no es suficiente para los propósitos, si bien es cierto como dice Avolio (1987) que es un paso previo para emitir un juicio sobre el aprendizaje del alumno, la medición es un medio no un fin lo que permite hacer más clara, precisa, flexible y objetiva la evaluación.
Necesariamente la evaluación fundamenta la información que determina su validez para la apreciación de la información que se obtenga; una medición cuidadosa considero que debe acompañarse por una juiciosa valoración de los resultados para planificar los procedimientos de enseñanza y modificarlos según las necesidades de las diferencias individuales de los alumnos.

Ahora bien, si se separa a la evaluación de la medición se reduce a una simple técnica, a la atribución de un valor numérico, a afirmar algo sobre un mérito por lo que la medición por sí misma no es suficiente para valorar los propósitos, sin embargo, es indispensable para poder evaluar. Como docente reflexiono que la evaluación es más amplia que la medición, necesariamente la evaluación implica medición, porque denota procedimientos para obtener como resultados la asignación de valores numéricos, exigen criterios en el desarrollo de técnicas que proporcionan señales que marcan el grado de éxito alcanzado, porque la suma e interpretación de datos medibles son un indicio de la toma de decisiones.

Como consecuencia las mediciones cuantitativas objetivan el aprendizaje del alumno, el aplicar exámenes, revisar resultados y adjudicar calificaciones indica cuánto sabe el alumno con respecto al conocimiento declarativo que adquiere en la escuela pero lo deja ignorante del cómo lo sabe y gracias a qué sabe lo que sabe. Lo anterior, me permite sustentar que la evaluación implica la medición y no viceversa porque no tiene sentido hacer mediciones sin evaluación.

Restringir las posibilidades de evaluar para conocer y evaluar para aprender nos induce a transitar por un camino estrecho y lineal que no da cabida al diálogo, a la argumentación, a la incertidumbre, al razonamiento y al aprendizaje auténtico de todos y cada uno de los involucrados en el proceso educativo en relación con la toma de decisiones para emprender la búsqueda de una estrategia de mejora, de una actuación consciente, responsable y justa, de sí mismo y en relación con el otro. Ante esta situación los docentes como formadores y no sólo como informadores debemos aprender de y con la evaluación; debemos participar en una verdadera cultura de la evaluación donde cada uno tome decisiones pedagógicas para promover una enseñanza que atienda la diversidad del alumnado y promover un aprendizaje con sentido significativo para los estudiantes, porque evaluamos mientras aprendemos y aprendemos mientras evaluamos.

BIBLIOGRAFÍA

- DÍAZ Barriga Arceo, Frida. (2006). Estrategias docentes para un aprendizaje significativo: una interpretación constructivista. Mc Graw Hill. México, D.F.
- FRADE Rubio, Laura. (2008). Desarrollo de competencias en educación: desde preescolar hasta bachillerato. Inteligencia Educativa. México, D. F.
- La evaluación educativa (2008). Recuperado el 4 de julio de 2009. Disponible en: http://ponce.inter.edu/cai/reserva//vera/edu6024.html
- LÓPEZ Frías, Blanca Silvia. (2003). Evaluación del aprendizaje. Alternativas y nuevos desarrollos. Trillas. México, D. F.
- SANTOS Guerra, Miguel Ángel. (1996). Evaluación educativa. Un enfoque práctico de la evaluación de alumnos, profesores, centros educativos y materiales didácticos. Magisterio del Río de la Plata. Argentina.


*ESTUDIANTE DE LA MAESTRÍA EN LA ENSEM

[1] El proceso formativo de la evaluación implica una evaluación diagnóstica para proporcionar información sobre el punto de partida, una evaluación continua para conocer el desarrollo del cómo se lleva a cabo el proceso y una evaluación sumativa que permitirá valorar el grado de desarrollo de los objetivos planteados.

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