FILOSOFANDO EN LA EDUCACIÓN
FILOSOFANDO
EN LA EDUCACIÓN
Sin duda alguna, la educación es
uno de los aspectos más importantes para el desarrollo
de una sociedad.
Por lo mismo, se constituye como un agente de cambio
y libertad
para el hombre,
esto demuestra la importancia implícita que debemos hacia la misma. Aunque el
término educación puede tener varios sentidos, se puede optar por aquél
que hace referencia a valores e implica
que la educación posee características normativas o de valor y sus logros
implican mejoría en el individuo. Este es el punto de partida de la teoría
general de la educación: el compromiso de generar algo de valor, un tipo
deseable de individuo; con una sola meta: producir un cierto tipo de persona
(Broudy, 1980), es aquí donde toma relevancia la educación superior, ya que es
el último nivel educativo antes de que un individuo se inserte en el mercado de
trabajo.
La Universidad debe ofertar una educación
que garantice un desarrollo integral que prepare a las nuevas generaciones para
enfrentarse a un mundo cambiante como es el del nuevo siglo, no obstante “La
educación superior se enfrenta en todas partes a desafíos y dificultades
relativos a la financiación, la igualdad de condiciones de acceso a los
estudios y en el transcurso de los mismos, una mejor capacitación del personal,
la formación basada en las competencias, la mejora y conservación de la calidad
de la enseñanza, la investigación y los servicios, la pertinencia de los planes
de estudios, las posibilidades de empleo de los diplomados, el establecimiento
de acuerdos de cooperación eficaces y la igualdad de acceso a los beneficios
que reporta la cooperación internacional”[1].
Constantemente se habla acerca de la
repercusión tan significativa que tiene la educación superior en la humanidad,
debido a que tiene como propósito la transformación del individuo a través del
conocimiento, por tal motivo es imprescindible que el educador tome consciencia
del papel tan preponderante que tiene su labor en dicha conversión. No obstante
todo lo anterior, la mayoría de los docentes nos dejamos llevar por lo
rutinario y fundamos nuestra práctica en estrategias y creencias, que en algún
momento nos fueron funcionales, pero que ya están desfasadas y no van acorde
con lo que la sociedad demanda y exige de nosotros por considerarnos el eje fundamental
de la sociedad.
Queriendo responder a tal “petición”, los
grandes teóricos han propuesto la reflexión de la práctica docente como una
solución viable a los problemas educativos, de entre los que podemos destacar
que el pensamiento reflexivo tiene un propósito que trasciende la mera
diversión que procura la cadena de agradables invenciones e imágenes. La cadena
debe concluir en algún sitio, ha de tender a la conclusión (Dewey, 2007), es
decir, hay una meta que se debe conseguir, y esa meta impone una tarea que
controle la secuencia de ideas, por ello es preciso que el docente tenga bien
claro qué pretende, cómo lo va a lograr y para qué, reflexionando siempre y
siendo consciente del impacto que tiene su labor.
El constante reflexionar del educador
acerca de su profesión ha obligado a la ciencia pedagógicas a recurrir a la
filosofía para despejar las incógnitas, generando el nacimiento de la
“filosofía de la educación” cuyo propósito es analizar lo que han dicho quienes
practican y teorizan acerca de la educación y de sus problemas fundamentales.
La filosofía de la educación propone la reflexión y ver a la educación como un
todo ya que de esta forma se pueden desenmarañar los problemas relativos a la
pedagogía dentro de los cuales destaca 3 como los fundamentales: tipo de ser
humano que desea formar, los medios y los fines (Rojas, 2007).
Ahora bien la filosofía de la educación no
sería más que la filosofía aplicada a la educación. Aquí se vislumbra un
problema porque es sabido que no hay una sola filosofía sino diferentes
filosofías, es decir, diferentes formas de interpretación de la realidad que
han originado teorías o corrientes filosóficas. ¿Cuál corriente filosófica se
tendría que aplicar a la educación? La respuesta no es tan sencilla. Pero se
puede partir del origen mismo de la palabra, “amor por el saber”, en el
principio, en Grecia, la filosofía implicó un intento de explicación de la
realidad en su conjunto, pero no era un saber por saber sino un saber que
estaba en función de las personas, se buscaba sobretodo que lo humano se
potenciara.
Sin embargo, las investigaciones
filosóficas sobre la educación han sido siempre enfocadas dentro de
perspectivas más amplias de la filosofía misma: desde una concepción
metafísica, o a partir de una teoría del conocimiento, o con base en un
planteamiento político. En todos los casos se presenta dentro de un ámbito que
rebasa la problemática específica de una Filosofía de la Educación,
planteándose a un nivel de interés tangencial. En esos casos queda mediatizada
por la subordinación al contexto metafísico, epistemológico o político del cual
se plantee. Es bastante extraño que aquellos filósofos de la educación, que son
los que mejor perciben la multiplicidad de factores intervienen para decidir si
se lograra o no el aprendizaje, son los
que menos advierten el absurdo de hacer responsables a los maestros de los
factores que no están en su dominio (Browdy, 1980).
Vista así, la filosofía de la educación
resulta poco atractiva, la reflexión acerca del lenguaje y los conceptos puede
hacerse desde la lingüística y quedaría cubierta la tarea en lo sustancial.
Pero podría también la filosofía abordar desde su aspecto ético y ontológico a
la educación, entonces el campo de acción de la filosofía de la educación
tendría oportunidad de verse ampliado y atractivo. Sí es necesario reflexionar
las teorías que conducen a la práctica educativa pero también es necesario
aportar nuevas teorías que respondan a circunstancias diversas, y si la
Filosofía puede hacerlo no tiene por qué renunciar a dicha tarea. Una filosofía
de la educación podría ser más pretenciosa y abordar el hecho educativo desde
todos los ángulos posibles.
Esta actividad de análisis es importante
tal vez por derecho propio, pero desde luego lo es como antecedente propio,
pero desde luego lo es como antecedente del siguiente aspecto que interesa al
filósofo: el examen de la teoría educativa, debido a que el discurso educativo
es en gran medida un asunto de teoría educativa y las teorías requieren del
estudio para justificar sus fundamentos (Moore, 2006).
Si bien es cierto que es un hecho que las teorías tienen dificultades para lograr
aceptación universal, también es cierto que se puede aceptar que una persona
educada es aquella cuyas capacidades intelectuales se han desarrollado; es
sensible moral y estéticamente; puede tener aprecio por la ciencia-tecnología;
puede ver el mundo histórica y geográficamente; aprecia la importancia de la
verdad, la precisión y la elegancia del pensamiento y tiene un conocimiento y
una comprensión integrados. No habría por qué seguir con la doctrina de la
materia y la forma, pero si es posible entenderlo mejor con dichas categoría,
se podría afirmar que lo dicho es la materia o el contenido del concepto
puramente formal expresado como alguien educado.
Esta educación puede percibirse como un fin
o como un medio, a nivel profundo puede afirmarse que la educación es valiosa,
en sí misma por el simple hecho de que hace a las personas ser lo que son,
aunque por otro lado la educación puede tener propósitos valiosos, al fin y al
cabo, las personas son en sociedad y su educación incide directa o
indirectamente en los otros.
Responder las premisas del qué, el cómo y
el para qué pueden ayudar a mejorar el desempeño docente, no así la educación
ya que éstas no son la panacea de ella, pues no todos los problemas residen en
el profesor y en las técnicas y estrategias de las que se vale para descansar
su práctica, sino que en gran parte también depende del apoyo que brindan los
padres de familia a la labor docente; pero sobre todo de la voluntad que tienen
los alumnos para con su formación. Tomo
como punto de partida que los jóvenes no son formados en su hogar con el valor
de la responsabilidad, no con el afán de deslindar a los maestros del
compromiso que tienen con ellos, sino porque es la falta de este valor la que
dificulta un poco más nuestro quehacer docente.
Debo reconocer que así como hay alumnos que
carecen de la voluntad hacia la educación también los hay con una voluntad
admirable donde los que fallamos somos los profesores donde no modificamos
nuestros estilos de enseñanza en pro de la educación, donde evitamos
conflictuarnos y nos vamos por el camino
fácil de no atender la diversidad que tenemos dentro de las aulas sin darnos cuenta
que somos muy incongruentes, pues exigimos responsabilidad cuando nosotros no
somos capaces de brindarla.
Por todo lo mencionado anteriormente es que
considero indispensable que tanto padres de familia como maestros seamos
conscientes del papel tan fundamental que tiene el que formemos a nuestros
jóvenes para autoexigirse, para superar retos, para cumplir con sus deberes,
tener disciplina, esforzarnos, sacrificar, con la firme convicción de que todo
ello nos dará innumerables satisfacciones que nos permitirán sentirnos
realizados como personas individuales y sociales.
Aunado a esta autoexigencia, los docentes
debemos tener la voluntad de convertirnos en seres críticos, y esto únicamente
lo conseguiremos apoyándonos de la filosofía pues a través de le filosofía el
docente puede convertir la enseñanza en una actividad creadora y transformadora
(Rojas, 2007) ya que hacer filosofía de la educación es responder a las
preguntas qué, cómo y para qué; si un docente trabaja conscientemente de estas
tres premisas sabrá qué tipo de ser humano desea formar, cómo formar a ese ser
humano que desea educar, el fin de todo su esfuerzo y el para qué cambiar el
estado de ese sujeto que desea transformar, convirtiéndose en un crítico con
mejor oportunidad de alcanzar su objetivos.
BIBLIOGRAFÍA
DECLARACIÓN MUNDIAL SOBRE LA
EDUCACIÓN SUPERIOR EN EL SIGLO XXI: VISIÓN Y ACCIÓN
DEWEY,J. (2007). Cómo pensamos, Paidós,
Barcelona.
BROUDY Harry S. (1980). “Una
filosofía de la educación” , Editorial Limusa.
ROJAS, A. D. (2007). ¿Para qué
la filosofía de la Educación?, en http://saparapanda.blogspot.mx/2007/08/para-qu-filosofa-de-la-educacin.html
MOORE, T. W.
(2006). Filosofía de la educación. 2ª ed. México. Ed, Trillas.
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