La educación: ¿formando al hombre ideal?
Por: LLL. Aidee Santiago
Moreno
"La meta final de la verdadera educación
es no sólo hacer que la gente haga lo que es correcto, sino que disfrute
haciéndolo; no sólo formar personas trabajadoras, sino personas que amen el
trabajo; no sólo individuos con conocimientos, sino con amor al conocimiento;
no sólo seres puros, sino con amor a la pureza; no sólo personas justas, sino
con hambre y sed de justicia."
John
Ruskin
El
tópico de la educación ha sido producto de múltiples e inacabadas reflexiones,
aciertos y desaciertos, supuestos y estructuras lógicas sobre lo que es o
debiera ser. La enseñanza seguirá siendo cuestionada por sus alcances reales y
visibles en la vida del hombre, pues se ha estipulado que todo ser humano
perteneciente a una sociedad debe recibir educación. Pero, ¿Qué busca la
educación? ¿Cuáles son los fines de la educación en la vida del hombre? ¿Qué
tipo de educación posee el hombre contemporáneo? ¿Cómo debiera ser una “buena
educación? |
Hablar
sobre educación implica remontarnos a la época antigua. Para los griegos la
educación “formaba parte sustancial de su trascendencia en todos los órdenes de
la cultura” (Amado, 2010: 50) puesto que permitía la formación de seres
equilibrados en cuerpo y alma. Ya para la Edad media se hablaba de una
educación orientada por un cristianismo vigilado por la iglesia. Durante el
siglo XVIII, llamado el Siglo de las Luces, ya la razón debía iluminarlo todo
por encima del cristianismo y la educación se basaba principalmente en la razón
metódica. Actualmente la educación ha tomado un matiz de utilidad y practicidad
puesto que la época moderna así lo exige con su visión de consumo.
El
hombre contemporáneo se ha visto invadido por el mundo de la modernidad que le
ha reclamado una vida fundamentada en la praxis, el consumo, el egocentrismo,
en la pérdida de la identidad, entre muchos otros aspectos:
Las nuevas tecnologías de la información
y el descubrimiento del ciberespacio con sus plataformas de conocimiento; el
análisis de la política educativa y el malestar generalizado que proyectan
muchos de los sistemas de enseñanza, tanto de la escuela pública como de la
privada; el papel de la historia y la tradición; la inteligencia prospectiva e innovadora
como elemento que contribuye -en alguna medida-
a los grandes cambios planetarios en el ambiente, la cultura y la
historia; la preocupación ecológica y la formación bioética de los estudiantes;
el sentido del multiculturalismo y la globalización; el deconstruccionismo en
la cultura y su influencia en la educación; las nuevas formas de agrupación
político-social que impactan la convivencia de las personas, surgidas al abrigo
del aire tibio del espíritu posmodermo y la formación light de las personas; el
culto a la imagen y a la sensibilidad tan relevante para nuestra cultura, pero
que puede vincularse con el espectáculo de la pérdida de la intimidad, de los
valores, y la caída del relativismo, etc. (Cuellar, 2010: 18-19)
Esta
realidad fundamentada en la praxis ha dejado de lado la visión humanista,
entendida como aquella que se enfocaba en la ontología del hombre, es decir, en
la búsqueda de ese ser interno que anhelaba la verdad en pro de una conciencia individual que posteriormente se vería
reflejada en la conciencia colectiva mediante las acciones que este sujeto, con
conciencia cívica y ética, demostrara en su sociedad.
Entonces,
hablar de educación es hablar de una búsqueda permanente. El hombre perteneciente a una sociedad
debe cumplir con una formación ciudadana que le brinde armonía y equilibrio en
la relación con sus semejantes y es sus acciones cotidianas. Surge entonces la
siguiente interrogante ¿Cuál es o ha sido el fin de la educación en el ser
humano? Raúl Gutiérrez Sáenz menciona que las respuestas a esta pregunta han
sido diversas:
conseguir virtudes, realizar al hombre
como tal, facilitar el aprendizaje, preparar al joven para las tareas del
adulto, adecuar al hombre a la sociedad, aprender a aprender, lograr que el
sujeto haga lo que debe hacer por sí mismo, conquistar la libertad, crecer
espiritualmente, etc. (Gutiérrez, 2001: 57-58)
Por
su parte T. W. Moore nos habla de la
búsqueda de un “hombre educado” y lo definen de la siguiente manera:
sería aquel cuyas capacidades
intelectuales se han desarrollado; es
sensible a asuntos concernientes a la moral y la estética; puede apreciar la
naturaleza y la fuerza del pensamiento matemático y científico: puede ver el
mundo en sus dimensiones histórica y geográfica; aprecia la importancia de la
verdad, la precisión y la elegancia del pensamiento, y, como requisito
adicional, tiene un conocimiento y una comprensión integrados y nunca una masa
de información en retazos o desarticulada (Moore, 2006: 30)
El
hombre educado del cual habla Moore es un ideal, es un prototipo de ser humano
que contiene cualidades, capacidades, habilidades y actitudes favorables para
el desarrollo intelectual y sensible de un sujeto, ésta debiera ser la idea de
todo formador hacia sus educandos. Pero, ¿Será posible alcanzar este prototipo
de hombre educado en nuestro modelo de sociedad actual? Como ideal es un buen
proyecto, pero ¿hasta dónde están los alcances de él?, y mejor aún ¿cómo
conseguirlo? La educación posee metas y propósitos, y quizá la principal meta
al respecto sería conseguir a este tipo de hombre educado.
Ahora
bien, sería muy osado decir que ésta es la única intención de la educación: el
hombre educado de Moore. Al enconarnos en esta sociedad llena de rapidez por
alcanzar las metas deseadas (háblese del área que sea: economía, política,
educación, cultura) se está dejando de lado el fondo y sólo se está buscando la
forma de conseguirlo, por lo tanto el propósito se ha afirmado que es
“incrementar el número de ciudadanos instruidos y conocedores, o producir el
número suficiente de médicos, abogados, servidores públicos o ingenieros,
etc.”(Moore, 2010: 32). Los fines son ahora de tipo social, político o
económico.
Entonces
¿donde está quedando la “verdadera educación”? ¿Bajo qué propósito se está
formando a los jóvenes de hoy en día? Y
una interrogante más, de nuestras escuelas ¿están emergiendo hombres educados
organicistas o mecanicistas? Es decir, la parte organicista nos habla de la
parte natural del hombre, entiéndase tal vez como la pura, la esencia del ser
por el ser, la ontología. La parte mecanicista nos habla del objeto, del
producto externo, de lo fabricado, lo material, de la praxis. Ahora la meta de
la educación se ve más inalcanzable, pareciera que sus propósitos primigenios se
han desvirtuado.
Sin
embargo, a pesar de que los objetivos
hayan tomado otro rumbo, porque no se puede negar que en esta realidad se
exigen más hombres hechos para la parte física que para la parte intelectual,
lo ideal sería regresarnos al origen propuesto por los griegos y así seguir
buscando a ese hombre educado que quizá, por las necesidades de la época, al
final deba estar compuesto de la parte organicista y de la parte
mecanicista.
Siguiendo
este discurso cabe señalar ¿cuál es el objetivo de la educación en el ser humano?
Según los paradigmas sociales, un hombre que ha tenido acceso a la educación[1] es aquel que va a la
escuela y adquiere ciertos conocimientos que hacen de él “una mejor persona”,
más preparada y con mayores oportunidades. Sin embargo nos encontramos ante una
realidad que dista mucho del propósito paradigmático de la educación, es decir,
de entrada ¿qué o quién es una mejor persona? Desde una mirada ética podría
decirse que aquél que cumple con los juicios de aprobación, de corrección, de
bondad y de virtud designados por una sociedad. Luego entonces, ¿qué significa
estar preparado? desde una perspectiva educativa podría entenderse como aquél
ser que en teoría posee conocimientos, habilidades, actitudes, destrezas y
valores que se desarrollan en diversos contextos para satisfacer necesidades individuales y
sociales. Y finalmente, ¿quién posee mayores oportunidades y para qué?
Siguiendo con la misma disertación tiene mayores oportunidades el hombre que
recibe educación y luego entonces puede conseguir un mejor empleo, puede
resolver satisfactoriamente o atinadamente situaciones de su realidad, y puede
entonces alcanzar una “buena vida.”[2]
¿Qué
pasa entonces con los propósitos de la educación? ¿Hayamos al hombre con
educación o al hombre educado?:
Cuando decimos que un hombre tuvo una
buena educación o que no tuvo la oportunidad de adquirirla, queremos decir, ya
sea que asistió a una escuela, que no asistió, o que no estuvo en ella el
tiempo suficiente. No es infrecuente que observemos que fulano de tal pudo
haber ido a un colegio, pero que no recibió en él mucha educación, o que nos
admiremos un tanto de que zutano, que nunca vio la oficina de inscripción de
una escuela, se comporte en cambio como persona culta e instruida (Broudi,
1980: 19-20).
Podría
decirse que la educación implica un
conjunto de condiciones fortuitas, con o sin conocimientos, que dejan ver el
resultado de la suma de lo aprendido.
Ahora
bien, si la educación tiene que ver con lo que aprendemos y aprehendemos, cabe
el siguiente cuestionamiento ¿Cuántas clases de educación existen? Harry S.
Broudi nos habla de tres: la educación del medio (maneras habituales de hacer
las cosas en una cultura determinada[3]), la educación formal (lo
adquirido por una institución, como la escuela o la iglesia) y la educación
informal (entendido como lo adquirido por los medios de comunicación –radio,
televisión, teatro, etc.-).
Desde
esta perspectiva la formación del hombre se ve integrada por diversos factores
(pensamiento complejo[4]), ¿cómo coordinar a todos
ellos para que la verdadera educación, en su sentido filosófico platónico[5], no se desvirtúe? Si
tomamos como punto de referencia a la educación informal nos encontramos ante
una amplia gama de medios masivos de comunicación (principalmente) que son los que
se encargan de falsear la información y, por lo tanto, esa formación “ideal”.
Es
decir, tomando en cuenta que lo que más educa a la sociedad actual es la
televisión y la red, pues ellas te instruyen inconscientemente en cómo pensar,
qué decir, cómo verte, etc., luego entonces aparece un cuestionamiento más
¿puede el hombre competir con la influencia (“educación”) de los medios masivos
de comunicación principalmente, para educar al hombre? La respuesta es complicada, quizá incierta.
La
idea primordial dentro de todas estas reflexiones sobre la educación contemporánea,
y lo que ella implica, sería la de retomar la importancia que poseen las
humanidades en la formación del estudiante, esa parte esencial que lo hace
primero ser para luego hacer, y no
viceversa, parafraseando a Cuéllar López. Sin embargo, los profesionistas de
algunas ciencias no logran ver la utilidad de ramas como la filosofía por su
carácter subjetivo, ellos aceptan lo que está dentro del campo de lo inmediato,
lo racional y lo controlable. Los sujetos con una formación práctica no se
cuestionan demasiado porque fueron formados para el hacer. Pareciera que lo que
interesa es concebir a los hombres como seres autómatas y eficaces, pues la
identidad de la persona ya no importa, ni mucho menos la relación persona a
persona.
Los
proyectos educativos aparecen a la carta, sin embargo éstos no llenan las
expectativas de mejora que siempre van in
crescendo, por lo tanto nunca se logra satisfacer al estado de bienestar[6] pues nuevamente “lo que
interesa es el consumo, lo ligero, la novedad, el goce, el placer, los juegos
corporales y la indiferencia social ante cualquier miseria humana.”(Cuellar,
2010: 25) Por lo tanto se puede afirmar que los programas educativos actuales
tienen un carácter instrumental, no así uno humanista. En este encausamiento
hacia las humanidades nos perfilamos a otro camino: al de la Responsabilidad
Social a través de una educación bajo un contenido axiológico.
De
ahí que entremos al terreno de la moral y la ética para llegar a la formación
de sujetos socialmente responsables: con conciencia y con acciones que ayuden
al bienestar común. Sáez sostiene que la Responsabilidad Social es la capacidad
y obligación de responder ante la sociedad como un todo, por acciones u
omisiones y que se ejerce, cuando corresponde, desde alguna persona hacia todas
las otras.
Dicho
sea entonces, para alcanzar una “buena educación” se necesita comenzar con un
trabajo de análisis y auto reflexión personal primero por parte del profesor, pues
es él quien debe estar consciente de la responsabilidad que posee al trabajar
con otros seres humanos, pues de cierta manera se tiene un “poder sobre las
personas”, pero dicho “poder” debe estar orientado a la concientización de una
búsqueda del bienestar común.
En
segundo lugar, la educación, en general[7], debiera estar encausada hacia
un espíritu de reflexión que ayude a la formación de sujetos razonables,
dispuestos al diálogo y a la cooperación con sus semejantes, como bien propone
Paulo Freire una “´educación problematizadora´, con carácter reflexivo, donde
se persigue la humanización y la liberación del educando” (Parra, 2007: 84). La
educación seguirá estando ante una constante búsqueda que haga del hombre un
ser consciente, reflexivo, abierto al diálogo, solidario, sensible, creativo,
propositivo, tolerante, respetuoso, etc. en fin, con cualidades que hagan de él
un ser capaz de enfrentar la realidad que le ha tocado vivir, pero con
consciencia humanística.
BIBLIOGRAFÍA
AMADO, J. (2010) Filosofía y ciencia de la educación. Brujas, Argentina.
BROUDI, H S. (1980) Una filosofía de la educación. Limusa,
México.
COROMOTO, S. I. El
paradigma de la complejidad en la investigación social. http://www.saber.ula.ve/bitstream/123456789/19849/1/articulo3.pdf 12 de septiembre de 2012; 14:00 hrs.
CUÉLLAR, H. (2010) ¿Qué es la filosofía de la educación? Filosofía de la educación.
Naturaleza de la educación. Relación con otras ciencias. Trillas, México.
FULLAT, O. (1983) Verdades y trampas de la pedagigía. Ed.
CEAC, España.
GUTIÉRREZ, R. (2001) Introducción a la pedagogía existencial. Esfinge,
México.
MOORE, T.W. (2006) Filosofía de la educación. Trillas,
México.
NAVARRO, S. G. (2012)
¿Qué entendemos por educación para la
responsabilidad social? Chile.
PARRA, R. y Medina, F. J. (2007) La comunidad de la investigación y la
formación de ciudadanos: Consideraciones a partir del pensamiento de Matthew
Lipman y Paulo Freire. Ed. Universidad Rafael Belloso Chacín, Venezuela.
TRILLA,
J. (coord.) Cano, E., Carretero, M. (2010) El
legado pedagógico del siglo XX para la escuela del siglo XXI. Siglo XXI, México.
[1]
“Entendido como el proceso de instrucción y adiestramiento que se lleva a cabo
en una institución docente, en una escuela.” (Broudi, 1980: 19)
[2]
Con este retruécano o juego de palabras “buena vida” por “vida buena” se
comprende que la perspectiva ya no es la de los antiguos griegos, sino la de la
sociedad moderna con su visión de consumo.
[3]
Lev Vigotzki, desde su psicología cultural, menciona que el hombre es un ser
sociocultural ya que su desarrollo y aprendizaje está influido por su
interacción con el grupo humano y cultura en que vive, al igual que por todas
las herramientas y objetos que de ella se desprenden. Lo que también se conoce
como la psicología cultural y la construcción de la persona desde la educación.
[4] Hay que comprender que los problemas sociales no se
entienden aisladamente porque son interconectados e interdependientes, por lo
tanto un fenómeno no se puede estudiar solo pues está en forma de red con otros
sistemas que se entretejen completamente con el contexto pasado y el actual.
Por lo tanto una situación puede tener sus contrarios, pero ambos son
necesarios para la unidad (unidualidad). Al mismo tiempo la dialógica es importante
en este proceso pues se necesitan dos lógicas ligadas de forma compleja para
que en un mismo espacio y tiempo estas se rechacen y se complementen.
[5]
Verdadero e ideal
[6]
Entendido como el estatus social.
[7]
Independientemente del nivel educativo al que se refiera: básico, media
superior o superior.
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